Consideraciones metodológicas
No existe un acuerdo común entre la comunidad internacional que identifique al cuidado bajo una sola definición conceptual. Existen múltiples definiciones que involucran distintas actividades, oferta de servicios, demanda y necesidades de cuidado que varían según el contexto político, social, económico y/o legal de cada localidad. Por ello, en el marco de este proyecto, se recomienda elaborar, en función de las particularidades del contexto, un acuerdo sobre qué tipo de actividades serán consideradas como cuidado para que la construcción de los indicadores identifique lo que se pretende reflejar.
Definición de cuidado
Desde comienzos del siglo XXI, un nuevo término aparece en las agendas políticas. Se trata del cuidado, un concepto relativamente difuso para el que todavía no hay un acuerdo estricto entre los investigadores que trabajan sobre él ni entre las entidades administrativas, empresariales o entidades sin ánimo de lucro que afirman ocuparse de los cuidados.
En la acepción más restringida del cuidado, que es característica del sector sanitario, significa ayudar a una persona que no puede realizar por sí misma las actividades de la Vida Diaria (AVD), tales como caminar, alimentarse, realizar sus actividades higiénicas, o llevar a cabo alguna gestión sencilla. En el sector educativo, el cuidado se emplea en un sentido más amplio, desde la atención a los niños de muy corta edad, el mantenimiento de la disciplina durante las horas de estudio y recreo, o la guía para que los estudiantes desarrollen todas sus capacidades, incluso en actividades fuera de la escuela. En el ámbito de los servicios sociales, el cuidado fue tradicionalmente una actividad de sustitución del hogar para huérfanos, viudas, asilados, perseguidos u otros grupos de población especialmente vulnerables.
En los hogares, en donde se produce la inmensa mayoría del cuidado, cuidar no sólo significa ayudar a los dependientes - fundamentalmente niños/as, enfermos/as y ancianos/as sino también generar identidades estables, proporcionar las condiciones para el bienestar a través de la limpieza, la elaboración de alimentos, la gestión y el mantenimiento de relaciones sociales con otros grupos y entidades. En otras palabras, refiere tanto al cuidado activo como al cuidado pasivo.
Lo que es novedoso y característico del siglo actual es que el cuidado empieza a entenderse de un modo más extenso y profundo abarcando a toda la población y no solo a los grupos más frágiles. Por ejemplo, se habla del derecho a recibir cuidado y del derecho a proporcionarlo.
El trabajo de cuidar afecta directa o indirectamente a toda la población y no lo hace de forma homogénea, sino sumamente desigual. Recae principalmente en las mujeres y en los sectores de rentas bajas. El cuidado intensivo y prolongado genera inducción a la pobreza del cuidador/a.
El cuidado es transversal y tanto su producción como su carencia afecta a los sectores de salud, empleo, educación, transporte, vivienda, alimentación, desarrollo, cultura, etc. Su relevancia ha sido puesta de manifiesto con mayor intensidad durante la pandemia, cuando gran parte de los servicios de sanidad, educación, ocio y alimentación que se producían fuera de los hogares fueron clausurados debido al confinamiento. Eso se tradujo en una sobrecarga de trabajo de cuidado dentro de los hogares, especialmente para las mujeres, como han atestiguado numerosos estudios en todo el mundo, y especialmente en América Latina.
La relación entre cuidadores y quienes reciben el cuidado es individual, y se basa habitualmente en principios de solidaridad familiar y razones morales; pero además, se enraízan en una estructura social y económica que asigna el cuidado a grupos específicos de la población que no obtienen modos alternativos de cumplir con este deber solidario. Frecuentemente los cuidadores sufren, al final de su vida, situaciones sumamente precarias de pobreza y dependencia porque no pudieron incorporarse al empleo ni generar sus propias rentas y sistemas de protección social.
Los cuidadores remunerados forman, en general, los estratos más bajos del mercado laboral, y trabajan en situación de informalidad , precariedad, irregularidad administrativa, falta de reconocimiento social y salarios discontinuos o por debajo de la media del mercado de trabajo.
Desagregaciones etarias para niños, niñas y adolescentes y adultos mayores
Esta guía procura desagregar la población objetivo en grupos etarios reconociendo que existen conceptos como las etapas de la niñez (por ejemplo, primera infancia, segunda infancia, adolescencia) así como distintas etapas de la vejez que permiten desagregar los tipos de cuidados que cada sector de la población requiere. Una persona de 65 no tiene las mismas necesidades, estadísticamente, que una persona de 95. Tampoco un niño o niña de 1 año tiene las mismas necesidades que uno de 10 o uno de 15 años.
Si bien dichas definiciones descansan sobre bases teóricas del cuidado y del desarrollo de la persona, en esta guía no hemos dado recomendaciones específicas de cómo dividir a los grupos etarios. Será la oficina de estadísticas o las áreas sociales de cada país, quienes determinen cómo se desagregarán los grupos etarios.
Además, durante la primera etapa del proyecto será necesario utilizar una definición uniforme de cómo distribuir dichos grupos. Para ello, aconsejamos utilizar la definición de la oficina nacional de estadística o la oficina encargada de realizar los censos y/o registros estadísticos disponibles para unificar la distribución de las edades de la misma manera en todos los indicadores. En el caso de México, la población de niños, niñas y adolescentes, se desagrega de forma quinquenal. Es decir, para la niñez los grupos se dividen en: 0-5, 6-10 y 11-15. Por el contrario, para caracterizar a la población adulta mayor, en general se utiliza el rango de mayor de 60 o 65.
Desagregaciones sobre tipos de discapacidad
Para la presente guía, se procura encontrar instrumentos que midan a las personas por su tipo de discapacidad y encontrar la oferta y demanda de servicios relacionados al tipo de discapacidad. Así mismo, estos factores estarán relacionados con el grado de dependencia para la vida diaria, donde, por ejemplo, una persona con un alto grado de discapacidad motriz tendrá un mayor nivel de dependencia que una persona con discapacidad auditiva.
Los tipos de discapacidad también suelen estar determinados por las oficinas censales o de estadística que operan a nivel país. Recomendamos descansar sobre estas definiciones ya que el diseño de los programas públicos suelen utilizarlas.
Como ejemplo, un tipo de desagregación de las discapacidades que puede considerarse es: visual, auditiva, movilidad, cognitiva, autonomía, expresión, mental.
Consideraciones particulares para adaptar la guía al contexto local
En la primera revisión de los indicadores, realizada durante la etapa de inicio del proyecto, el equipo deberá revisar las definiciones incluidas en este documento y adaptarla según las consideraciones del equipo implementador y la contraparte de gobierno. Por ejemplo, algunos tipos de servicios en la oferta pueden no existir en la localidad, mientras que la guía puede no contener servicios que sí se ofrecen. Según la pertinencia del proyecto puede decidirse hacerlo a nivel municipal, departamental o provincial, y entonces se deberá ajustar la desagregación de los indicadores con el nivel geográfico de interés. No obstante, se recomienda el mayor nivel de granulidad posible. Por ejemplo, desagregar la información a nivel barrio resulta más enriquecedor que hacerlo a nivel departamento o provincia porque permitirá determinar con mayor exactitud si algún sector de la localidad está se encuentra más afectado o más desatendido que otro.
Recomendamos que durante las etapas de inicio y consolidación, el equipo se sienta en la libertad de ajustar las definiciones a la localidad tanto como sea necesario, con el objetivo de tener un sistema de indicadores que proporcione la mayor cantidad de información disponible para la toma de decisiones públicas.
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